jueves, 6 de febrero de 2020


Doce palabras al día

Aquella terapeuta estaba loca. Sus métodos no eran nada convencionales. No todos los pacientes entendían bien lo que les proponía como tarea entre sesión y sesión, pero ella siempre les convencía de que no tenían que entender nada, simplemente hacerlo y luego se vería el resultado. Eso sí, tenían terminantemente prohibido contarle a nadie en qué consistía el ejercicio que les ponía en cada sesión.

Con esta premisa y bajo la recomendación de un familiar, entré en su consulta. Lo que más me llamó la atención al principio fue la propia consulta. Esperaba un lugar con un escritorio, un ordenador, los títulos colgados en la pared, en fin, lo típico. Se trataba del saloncito de una casa, con un sofá, un sillón, la mesita central, el mueble del televisor con fotos, figuras, enciclopedias, etc. No sabía donde sentarme, así que esperé de pie y me entretuve leyendo los títulos de los libros de una estantería. La terapeuta no tardó en llegar. Tras saludarnos, me invitó a sentarme donde quisiera. Elegí el sillón. Me sentí protegida por sus amplias orejas y muy cómoda, la verdad. No se bien de donde, ella sacó un taburete plegable y se sentó a mi lado, teniendo que girarme para verle la cara. Me preguntó porqué estaba yo allí y le dije que por recomendación de un familiar.

-Eso no es lo que le he preguntado. ¿Por qué está usted aquí?

-Porque estoy enferma y me han dicho que usted puede ayudarme.

-Pero yo no soy médico, soy terapeuta emocional. No veo cómo puedo ayudarla.

Empecé a pensar que iba a tirar el dinero con aquella consulta. Ya hablaría yo con mi cuñada sobre su recomendación. La terapeuta prosiguió.

-¿De qué está usted enferma?

Comprendí que hasta ese momento nunca me había atrevido a decir en voz alta lo que me pasaba.

-Tengo una de esas enfermedades que antes llamaban "cosa mala".

-¿No sabe usted como se llama su enfermedad?¿No se lo han dicho?- asentí sin pronunciar palabra.- Si usted misma no es capaz de decir lo que tiene, con todas sus letras, poco puedo hacer yo. Así que vamos a empezar con un ejercicio muy sencillo.

Me entregó una libreta y un bolígrafo. ¿Tan novedosa terapeuta me proponía escribir, una de las cosas más recurrentes cuando se atraviesa la enfermedad? ¡No pocos libros han salido de estos procesos! Aún así pregunté:

-¿Qué hago?

- Escribir catorce palabras al día. En realidad doce, las otras dos serán la plantilla. Todos los días al levantarse escribirá dos veces la palabra cáncer, así se enfrentará a ella y no le costará tanto pronunciarla. De cada letra que compone esa palabra, sacará usted otras palabras, en total doce, las leerá en voz alta y me las hará llegar en un mensaje diario.

-¿Una sopa de letras?- le pregunté incrédula.

-No. Cada nueva palabra empezará por una letra de la palabra cáncer, me da igual el orden en que la escriba a lo largo del día. Seis serán positivas y seis negativas. Si se queda sin palabras negativas las completará con una positiva. Pero nunca la revés. No repetirá ninguna. En diez días nos veremos.

Se puso en pie, plegó su taburete y lo guardó detrás del sofá. Abrió la puerta y me hizo gesto de que saliera. Yo estaba atónita. ¿Ya está? ¿Eso era todo? Antes de cerrar la puerta me dijo:

-No se confíe, no es tan fácil como parece.

¿Que no era tan fácil?¿Pensaría que yo era tonta? Le iba a demostrar que se equivocaba.
 

Los primeros días fue fácil:

Cariño, amor, naturaleza, coraje, esperanza, razón.

Caparazón, amargura, negación, culpa, escondida, radioterapia.

Corazón, amigo, nobleza, caramelo, estrella, risa.

Cefalea, asco, náusea, cervicalgia, estéril, recidiva.


Me pasaba las horas pensando y anotando lo que se me ocurría. Empecé a leer viejos libros, donde residían las palabras olvidadas.

El primer día que rellené la parte negativa con una positiva, me sentí victoriosa, feliz. Se me notaba, pero debía guardar el secreto.

Cuando llegó la siguiente cita estaba impaciente por leerle a la terapeuta las palabras de ese día. Eran todas positivas.

Canción, alegría, navidad, compromiso, euforia, ruiseñor.

Compañerismo, altruismo, nadar, capacidad, exultante y recuperación.

Las escuchó con atención y dijo:

- Recuerda que no es lo que te pasa, es lo que te cuentas a ti misma de ello.

Ahora que conoces el poder de las palabras positivas, escribe con ellas tu futuro.



© Rebeca Rodríguez 2020






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