Doce
palabras al día
Aquella
terapeuta estaba loca. Sus métodos no eran nada convencionales. No
todos los pacientes entendían bien lo que les proponía como tarea
entre sesión y sesión, pero ella siempre les convencía de que no
tenían que entender nada, simplemente hacerlo y luego se vería el
resultado. Eso sí, tenían terminantemente prohibido contarle a
nadie en qué consistía el ejercicio que les ponía en cada sesión.
Con
esta premisa y bajo la recomendación de un familiar, entré en su
consulta. Lo que más me llamó la atención al principio fue la
propia consulta. Esperaba un lugar con un escritorio, un ordenador,
los títulos colgados en la pared, en fin, lo típico. Se trataba del
saloncito de una casa, con un sofá, un sillón, la mesita central,
el mueble del televisor con fotos, figuras, enciclopedias, etc. No
sabía donde sentarme, así que esperé de pie y me entretuve leyendo
los títulos de los libros de una estantería. La terapeuta no tardó
en llegar. Tras saludarnos, me invitó a sentarme donde quisiera.
Elegí el sillón. Me sentí protegida por sus amplias orejas y muy
cómoda, la verdad. No se bien de donde, ella sacó un taburete
plegable y se sentó a mi lado, teniendo que girarme para verle la
cara. Me preguntó porqué estaba yo allí y le dije que por
recomendación de un familiar.
-Eso
no es lo que le he preguntado. ¿Por qué está usted aquí?
-Porque
estoy enferma y me han dicho que usted puede ayudarme.
-Pero
yo no soy médico, soy terapeuta emocional. No veo cómo puedo
ayudarla.
Empecé
a pensar que iba a tirar el dinero con aquella consulta. Ya hablaría
yo con mi cuñada sobre su recomendación. La terapeuta prosiguió.
-¿De
qué está usted enferma?
Comprendí
que hasta ese momento nunca me había atrevido a decir en voz alta lo
que me pasaba.
-Tengo
una de esas enfermedades que antes llamaban "cosa mala".
-¿No
sabe usted como se llama su enfermedad?¿No se lo han dicho?- asentí
sin pronunciar palabra.- Si usted misma no es capaz de decir lo que
tiene, con todas sus letras, poco puedo hacer yo. Así que vamos a
empezar con un ejercicio muy sencillo.
Me
entregó una libreta y un bolígrafo. ¿Tan novedosa terapeuta me
proponía escribir, una de las cosas más recurrentes cuando se
atraviesa la enfermedad? ¡No pocos libros han salido de estos
procesos! Aún así pregunté:
-¿Qué
hago?
-
Escribir catorce palabras al día. En realidad doce, las otras dos
serán la plantilla. Todos los días al levantarse escribirá dos
veces la palabra cáncer, así se enfrentará a ella y no le costará
tanto pronunciarla. De cada letra que compone esa palabra, sacará
usted otras palabras, en total doce, las leerá en voz alta y me las
hará llegar en un mensaje diario.
-¿Una
sopa de letras?- le pregunté incrédula.
-No.
Cada nueva palabra empezará por una letra de la palabra cáncer, me
da igual el orden en que la escriba a lo largo del día. Seis serán
positivas y seis negativas. Si se queda sin palabras negativas las
completará con una positiva. Pero nunca la revés. No repetirá
ninguna. En diez días nos veremos.
Se
puso en pie, plegó su taburete y lo guardó detrás del sofá. Abrió
la puerta y me hizo gesto de que saliera. Yo estaba atónita. ¿Ya
está? ¿Eso era todo? Antes de cerrar la puerta me dijo:
-No
se confíe, no es tan fácil como parece.
¿Que
no era tan fácil?¿Pensaría que yo era tonta? Le iba a demostrar
que se equivocaba.
Los
primeros días fue fácil:
Cariño,
amor, naturaleza, coraje, esperanza,
razón.
Caparazón,
amargura, negación, culpa, escondida,
radioterapia.
Corazón,
amigo, nobleza, caramelo, estrella, risa.
Cefalea,
asco, náusea, cervicalgia, estéril,
recidiva.
Me pasaba las horas pensando y anotando lo que se me ocurría. Empecé a leer viejos libros, donde residían las palabras olvidadas.
El
primer día que rellené la parte negativa con una positiva, me sentí
victoriosa, feliz. Se me notaba, pero debía guardar el secreto.
Cuando
llegó la siguiente cita estaba impaciente por leerle a la terapeuta
las palabras de ese día. Eran todas positivas.
Canción,
alegría, navidad, compromiso, euforia,
ruiseñor.
Compañerismo,
altruismo, nadar, capacidad, exultante y
recuperación.
Las
escuchó con atención y dijo:
-
Recuerda que no es lo que te pasa, es lo que te cuentas a ti misma de
ello.
Ahora
que conoces el poder de las palabras positivas, escribe con ellas tu
futuro.
©
Rebeca Rodríguez 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario. Echaré un vistazo en breve.