Es mi forma de ser. Ni lo puedo evitar,
ni han conseguido hacerla cambiar a lo largo de mi vida. Confieso
que sí he tenido periodos de "pasarme al lado oscuro",
pero no han durado mucho, no puedo. Siento mucho si lo que viene a
continuación les parece una falta de humildad, pero no es así.
Soy una persona generosa, desprendida,
sin ambiciones ni envidias, buscando siempre ayudar a quien esté a
mi alcance. Claro que he aprendido a decir no cuando ha sido
necesario y en esas situaciones de "no" es cuando todos mis
"síes" parecen no contar.
Les pondré un ejemplo. Estás en la
caja del super con tu carro de la compra y dejas pasar a cinco
personas que sólo llevan "una cosita". Cuando llega una
sexta persona y le dices que no, para esa persona eres un bicho. Las
otras cinco no cuentan, ya se han ido y no pueden decirle a esa sexta
persona que has sido muy amable dejando pasar a tanta gente. La
historia que cada uno contará será diferente, pero tú eres la
misma, no has dejado de ser amable por decir no, por poner un límite.
A lo largo de los años he estado en
muchos proyectos, he conocido a muchas personas y he olvidado a otras
tantas para bien de mi salud.
Tengo igual facilidad para hacer
amigos que enemigos y todo por la misma razón: Ser como soy.
Recordaba días atrás una historia de
los Evangelios donde Jesús, tras hacer un milagro, le decía al
beneficiario del mismo que no contase nada a nadie. Siempre me
pregunté la razón de esa encomienda. Si Jesús quería ser conocido
como hijo de Dios ¿qué mejor publicidad que haber hecho un milagro?
La gente le creería y reconocería. El sabía perfectamente que iban a surgir dos tribus a su alrededor. Con el paso del tiempo descubrí
que la naturaleza humana es la misma, así pasen siglos.
Ante una forma de ser como la mía (que
comparto con grandes personas de las que me honro ser amiga) aparecen
varios tipos de personas. Los primeros son los iguales, los que
entienden la generosidad en sí misma y no ven nada malo ni raro en
una persona amable. Luego están los "todo el mundo es culpable
hasta que se demuestre lo contrario" y por último los
aprovechados.
A continuación, me enrollaré
soberanamente sobre estos dos últimos tipos de "tribus".
Piensa el ladrón que todos son de
su condición.
Los que no creen que se pueda ser
generoso, atento, servicial, etc sin más. Piensan que la persona que
actúa así busca algo a cambio, un beneficio, un favor de vuelta. No
entienden el hacer el bien en sí mismo, quizá debido a que ellos
mismos no lo practican.
Y si a la larga ven
que no es así, en vez de dar su brazo a torcer, en su retorcida
mente y amargado corazón, buscan otro justificante para tener razón.
No es que ellos sean mal pensados, envidiosos a veces, egoístas y
poco empáticos, noooo... "es que la persona que ha sido
generosa, que se desvive por los demás, que tiene iniciativas,
liderazgo, etc...esa persona, tachán-tachán, lo que tiene es afán
de protagonismo, busca ser el centro". ¿Les va sonando? Seguro
que casi todos han vivido no sólo una sino varias veces la misma
historia.
La cosa se complica cuando se reconoce tu valía, se te alaba o, simplemente, se te agradece en público, por otros.
La cosa se complica cuando se reconoce tu valía, se te alaba o, simplemente, se te agradece en público, por otros.
Lo peor es que esta
persona, la que no es capaz de ver lo puro y bueno, no se queda en
sus pensamientos y desprecios, no. Para reafirmarse, busca orejas
que calentar. Tira la piedra y esconde la mano. De forma sutil va
envenenando el entorno hasta conseguir que la persona generosa se
entristezca, se aparte, en definitiva, se apague y no brille, como en
la fábula de la rana y la luciérnaga.
Lo triste es que,
volviendo al ejemplo del supermercado, las cinco personas a las que
has dejado pasar, hacen caso a la sexta y acaban usando sus gafas
para ver distorsionadamente la realidad.
¿Qué hacer?
Normalmente el primer impulso es irse, dejar el proyecto, debido a
que nos sentimos heridos, pero eso es dar la razón a quien nos ha
empujado, es la guinda del pastel. La consecuencia es sentir que, en próximos proyectos, tienes que esconderte, no aportar, ser un borrego más, no brillar. Mi consejo, aguanta siendo como
eres, el tiempo aunque se alargue a veces, da la razón. Ya se que
otros aconsejarían ir a partirle la cara a quien empieza los malos
rollos y mandar a tomar fanta a quienes le han creído, pero allá
cada cual. Personalmente, creo que la gente puede aprender, cambiar y
darse cuenta de las cosas, si tú te mantienes siendo como eres. Y lo
creo por varias experiencias. Una de ellas tardó casi quince años
en resolverse. Cuando la persona vino a pedirme perdón, se
sorprendió de mi reacción. Ya la había perdonado los primeros
meses, los siguientes años sólo fueron de espera. No hubiera podido
vivir todo ese tiempo con la carga de no perdonar esperando que me lo pidieran.
Te quiero por el interés, Andrés.
Vamos ahora con los
aprovechados. Son diferentes a los anteriores, pero no mejores, ya
que se pueden volver en tu contra cuando no consiguen lo que quieren.
Serían los que han
visto que dejas pasar a la gente con pocas cosas en tu cola del super
y van a propósito a tu lado. Reconocen que no haces las cosas por obtener
algo a cambio, que eres generoso, peeero consideran que eres tonto.
Tampoco entienden la generosidad en sí misma. Ellos son egoístas,
son la tribu de los "toopamí" y ven en tí una forma fácil
de conseguir lo que quieren. Normalmente no son sinceros y directos,
no te dicen lo que necesitan, insinuan para intentar convencerte
(recuerda que piensan que eres tonto) de que ha sido iniciativa tuya
el ayudarles y que ellos no han pedido nada. Se acomodan de tal
forma, que no buscan sus propias soluciones. En el colegio era el que
te copiaba, el que se aprovechaba de tus apuntes, etc. (Algún día
escribiré una anécdota muy buena, de una compañera que robó mi
redacción, arrancó la hoja de mi libreta y todo. Fue aprovechada,
mala persona y muu tonta, criaturita)
Los toopamí rara
vez preguntan por asuntos tuyos, salvo cuando quieren pedirte algo.
No comparten contigo ni un pastel, incluso ni te invitan a sus
cumpleaños o fiestas. Cuando precisan algo, dan vueltas alrededor de ti hasta llegar a la situación y esperan a que tú ofrezcas tu
ayuda. Si no lo haces, harán otra ronda, más intensa y acabarán
pidiéndotelo. Se acostumbran a que nunca digas NO, que el día que
lo haces, se le cortocircuitan los cables. Algunos irán por ahí
echándote porquería encima, olvidando las ocasiones de ayuda. A
veces creo que en este caso, es mejor que se alejen y no vuelvan, que
parasiten a otro.
Lo malo es que te
hacen desconfiar de otras personas, pero de nuevo, el tiempo y la
experiencia, te ayudarán a ver quien es quien. Ahora tú decides,
seguir ayudándoles, sabiendo como son, ya que quizá, hasta sientas
lástima por ellos por su verdadera pobreza, la pobreza de su
corazón.
Y nunca, nunca
olvides, que cada árbol tiene sus raíces, enterradas, fuera de la
vista de todos. Que surgió de una semilla y en un entorno. Quizá
ése calientaorejas o ese toopamí tenga
una historia dura que le hace ser como es.
Aunque
igual es más simple la cosa.
Es
un coprófago
y no hay que darle más vueltas al asunto.
Enhorabuena
por leer hasta aquí. Veamos ahora si vuelve a funcionar la página.