miércoles, 3 de octubre de 2018

TE PIDO PERDÓN LUIS SUÁREZ

AVISO: Si vienes buscando algo sobre cierto jugador de fútbol, aquí no es.

La mente me trae de pronto recuerdos a su antojo. Cuando quiero recordar algo en concreto de aquellos años, me lo esconde y de pronto me ofrece lo que ella quiera.
Con esto que me trajo días atrás, surgió en mí la necesidad de pedir perdón, de buscar a Luis aunque no fuese yo quien le ofendió aquel día, pero era tan tímida que en ese momento no pude.
No recuerdo muchos detalles, ya dije que mi mente es así de aleatoria. No sé si era verano o invierno, ni de qué año. Esto de vivir en Canarias es lo que tiene. Estábamos en la playa y podía ser Semana Santa, o un fin de semana de enero o quizá ya junio. Tampoco recuerdo qué fue lo que él había presentado en la televisión: si las campanadas o un concurso de Misses o el festival de la OTI. Vaya usted a saber (y si lo sabe, por favor dígamelo).
Lo que sí recuerdo es que le vi por primera vez en la tele de mis abuelos. Era Tonet. Aquel guaperas que seducía a Victoria Vera, que ahogaba en la Albufera al bebé de ambos y luego se suicidaba. Esa dura imagen se queda en la retina de una chiquilla de diez años. 
Más tarde fue Pimentó, en la Barraca (todavía me sé la canción de cabecera, que al tercer capítulo ya había aprendido) y seguía igual de guapo.
La primera y única vez que le vi de cerca, fue en esa ocasión que no puedo ubicar en el tiempo. Tendría yo dieciséis o diecisiete años. Una compañera de instituto con la que hice buenas migas ese curso (que tampoco ubico bien, pero sería cuando repetí segundo de B.U.P o empecé tercero) me animó para ir a la playa. Tengo fotos de ese día. Fotos de muy mala calidad, pero fotos. (No, no las voy a subir a pesar de que estuviéramos estupendas). Recuerdo que había muy poca gente, por eso deduzco que sería en época invernal.
Allí estábamos, boca abajo sobre las toallas cuando le vimos llegar. Caminaba muy orgulloso. Saludó a alguien que estaba a lo lejos y se sentó a unos pocos metros detrás de nosotras. Mary, mi amiga, fue la primera en reconocerlo. Básicamente porque yo había escondido mis gafas de pasta (ahora tan de moda) desde que pisé la arena de la playa y no veía tres en un burro hasta que me las puse. 

Se había recostado apoyado en los codos y en los antebrazos. Tenía gafas de sol y estaba sonriente. Pienso que estaba feliz de estar por su tierra, ya que residía habitualmente en Madrid. Mary, con la valentía y la inconsciencia de las quinceañeras me dijo que iba a acercarse a decirle algo. Que si iba con ella. Y claro, le dije que no. Me puse como un tomate sólo de verle tan cerca. Si me acerco más me podría dar un patatús. Se puso en pie, decidida y fue hacia él. Me coloqué bien las gafas para observar la escena. Se plantó delante, con los brazos en jarras y le dijo: Oye ¿tú eres el de la tele verdad?¿El que presentó "loquefuera"? (de verdad que no me acuerdo que era)
Luis asintió y sonrió más aún. Y entonces la muy insensata le espetó: "Pues que sepas que nos dejaste a los canarios en ridículo" Se giró y regresó a la toalla en tres zancadas. Yo quedé petrificada. Mientras ella regresaba él le gritó: "El ridículo lo estás haciendo tú ahora" No sé si se dijeron algo más. Debajo de la toalla no se oía bien. Desconozco cuanto tardé en sacar la cabeza de allí. Tenía las gafas empañadas e incrustadas en la nariz. Miré a Mary que estaba sentada hacia al mar, dando la espalda a Luis  "Alguien tenía que decírselo" Me dijo y luego, como si nada, me preguntó: "¿Vamos al agua?" 
Le dije que sí, que necesitaba salir de allí pitando. Eran demasiadas emociones juntas. Ver a un actor que me encantaba tan cerca, la vergüenza por la incómoda situación y las ganas de ahogar a Mary por haber destrozado cualquier posibilidad de acercarme a Luis Suárez aunque solo fuera para darle los buenos días. Cuando regresamos del agua, él ya se había ido. Me imagino que le chafamos el  momento relax en la playa. 
Y no se porqué mi cerebro me lo recordó. Así que decidí que con esto de las redes sociales, igual lo encontraba por ahí y podría disculparme, aunque seguramente él ya ni se acordaba de una niñatada de hace más de treinta años. Pero me di cuenta de que hace muchísimo que no le había visto en ninguna película, desde Guarapo. Igual, como Benito, el protagonista, se fue a las Américas y allí se quedó, siendo "tremendo galanazo de telenovelas". Pero no, la Wiki dice que murió en 1992. Me quedé de piedra. No lo sabía. Encima las pocas fuentes que encuentro hablan de que se suicidó. Tendría poco menos de la edad que tengo yo ahora. 
Lo siento. Le pido disculpas al aire por aquella tontería de mi compañera. Perdona Luis. Tú no nos dejaste en ridículo, al contrario. Y hoy más que nunca, deberíamos ver Guarapo, por que Benito, tu personaje más querido, es un símbolo de la emigración.  Te fuiste a un mundo nuevo; emigraste de esta vida para no volver. Pero sigues por aquí, en las fotos, los vídeos y en el incompleto recuerdo de quien fue una muchachita demasiado tímida para pedirte disculpas cuando tuvo la ocasión. 
VER a Luis Suárez en GUARAPO (1988)

martes, 28 de agosto de 2018





"VEINTEAMIGOS"

La culpa la tenía, como no, el gobierno. Menuda ocurrencia la de prohibir elaborar vino a bodegas artesanales o privadas, creando una única y enorme planta vinícola en medio de la isla además de crear la asociación insular de vitivinicultores, fuera de la cual, elaborar vino, estaba prohibido. Eso sí, la maduración la haría cada uno en su bodega, el tiempo que estimase oportuno, pero todos los caldos debían ser elaborados allí, bajo estrictos controles de las administraciones públicas. Se entendía que después de la plaga hubo que tomar medidas, pero eso era el colmo. Obligar a compartir el espacio a todos iba a traer más problemas que beneficios. 
Las negociaciones fueron duras, había mucho pique entre unos y otros. Los del norte decían que sus uvas eran mejores, pues hasta ellas llegaban las brumas marinas, aportando a la fruta un matiz único. Los del sur presumían del sabor que por la cercanía de los volcanes adquirían sus cultivos. Y los del centro... Los del centro presumían de que la planta de elaboración se hubiera instalado en su pueblo. Todos querían la mejor posición para sus tanques dentro de las instalaciones.
Las rencillas y piques continuaron, hasta que un año, no tuvieron más remedio que unirse contra un frente común. No se trataba de una nueva plaga, ni de la escasez de lluvias el invierno anterior o de la falta de subvenciones. Ojalá hubiera sido eso pero se trataba, nada más y nada menos, que de Evaristo. A simple vista, Evaristo no representaba ningún peligro, era un hombre tranquilo que vivía solo y había decidido dedicarse también al mundo vitivinícola. Hubiera sido muy querido entre el gremio a no ser por ese pequeño defectito que tenía y es que Evaristo...era gafe. No sólo era gafe, era muy gafe.
Parece mentira con lo que ha evolucionado la sociedad que siguieran creyendo en estas cosas, pero es que lo de Evaristo, era verlo para creerlo.
Cuando se jubiló y se trasladó a Lanzarote, vino con un buen pellizco de dinero bajo el brazo. Compró una casita con una buena extensión de viñedo. Sabía de vino y de uvas lo que la gran mayoría: el pasillo del supermercado donde se encuentran. Así que también compró libros famosos entre los viticultores como: ¿El viticultor nace o se hace?, Cultivar sin esfuerzo, De la uva al vino: Un bonito camino, Teoría de la viticultura en fascículos y sobre todo, su favorito, Como ser enólogo en 15 días. Pero a Evaristo, ni le gustaba leer, ni tenía tiempo para tanto libro, así que tiró por el camino de en medio y se fue a la sede de la asociación. 
Y ahí empezó todo.
El día que Evaristo puso por primera vez un pie en aquel salón, le recibió Juan, apodado "el Manco". Bueno, en aquel entonces no se apodaba así. Fue a raíz de estrechar la mano a Evaristo que empezó a tener problemas en el brazo derecho, hasta llegar al fatal desenlace. Nuestro amigo le explicó que se acababa de trasladar y que tenía un buen viñedo del que quería sacar provecho. Juan le preguntó qué tipo de uvas tenía y Evaristo se limitó a contestar que blancas y negras, como si fuera un tablero de ajedrez. Juan suspiró y le invitó a sentarse y escuchar. Esa tarde Evaristo conoció a la gran mayoría de socios y empezó a entablar algo parecido a una cordial relación con ellos. 
Se citó con algunos para conocer de primera mano el cultivo, la poda, las enfermedades propias de la vid, la vendimia, el traslado a la bodega y todo el proceso hasta llegar al producto final.
El primer desgraciado con su visita fue Pedro "el Pelao", antes conocido como Pedro "el Mata", por la enorme mata de pelo que tenía. En la visita, a Pedro se le voló el sombrero y Evaristo le prestó una gorra que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. De hecho se la regaló. Pedro quedó muy agradecido por el detalle, hasta que una semana más tarde observó que empezaba a "perder población en la azotea".
También, en su ruta de visitas para aprender y conocer de los asociados, recaló en la finca de Gervasio, que era un experto en conocer el momento exacto para la recolección de la uva. Gervasio fue de los más afortunados; no sufrió secuelas físicas del contacto con Evaristo, pero si las consecuencias. Acababa de comprarse una furgonetilla para, principalmente, transportar las uvas. Presumió de ella con su visitante, e incluso, pobre desdichado, invitó a nuestro gafe a subirse al volante. Luego Gervasio le llevó a dar una vuelta por su terreno. Al regreso aparcó en lo alto de una loma y, nadie sabe como, ya que Gervasio juraba que había dejado puesto el freno de mano, la furgonetilla se fue de paseo sola, yendo a recalar sobre las cajas de botellas nuevas que su dueño acababa de adquirir. Se rompieron casi todas.
Y así, un montón de historias con mala fortuna que Evaristo sembraba a su paso.
Se acercaba el tiempo de la vendimia y los viticultores estaban cada vez más nerviosos, se temían una añada catastrófica. Podrían evitar el contacto con el gafe hasta cierto punto, ya que tarde o temprano, tendrían que compartir con él el espacio en la planta central y allí estaban perdidos. Se reunieron a escondidas para tratar de solucionar el problema. Hubo muchas propuestas, pero por desgracia, todas eran ilegales. Había que librarse de él por lo menos un mes hasta que la fermentación y el trasiego estuviesen hechos. Luego cada cual se las apañaría para hacer con sus botellas de vino nuevo o sus barricas de crianza lo que quisiera intentando librarse de la influencia negativa del nuevo socio.
-¡Encima el tipo éste tiene toda la suerte del mundo!- apuntó Nemesio
-Claro, si nos roba la nuestra. Seguro que a este le toca hasta la lotería de Navidad.- contestó Ismael, sin darse cuenta de que acababa de dar con la solución.
-¡Eso es!-dijo "El Pelao" que era un hombre de mente despejada, sobre todo tras la visita de Evaristo- Como tiene tanta suerte, si hacemos una rifa le va a tocar a él. ¡Rifaremos un viaje con gastos pagados y haremos que le toque!
La idea les pareció estupenda, aunque fuera a costa de desembolsar cada cual una buena cantidad para cubrir los gastos, siempre sería mejor que perder todo el trabajo de esa temporada si Evaristo entraba en la planta de elaboración central en ese tiempo.
Amañaron todo y convencieron al gafe de que ellos se ocuparían de su cosecha. Era un viaje fantástico que no se podía perder nuestro hombre. Encima mataban dos pájaros de un tiro, le enviaban a un tour por los viñedos franceses e italianos, que les fastidiara la añada a ellos. Así todos contentos.
Fueron curiosos los titulares de la prensa ese año. Parecía que una gran innovación había llegado al mundo del vino en la isla. Recolección de uvas bajo la luz de la luna, botellas enterradas a cinco metros en la arena, sumergidas bajo el mar, llevadas a una cueva sagrada de otra isla, con música de la Pantoja (la cual detestaba casualmente Evaristo) a todas horas envolviendo las barricas e incluso había alguno a quien le sobraban los cuartos, que estaba pensando en enviar al espacio su producción. Pero todo ello enmascaraba el intento desesperado de los pobres vinicultores de alejar sus caldos de la presencia del gafe.

Llegado este momento, se estarán preguntando qué pasó, si funcionó el esfuerzo. Pues sí, lo lograron. Incluso el vino nuevo de Evaristo triunfó. Le llamó a su producto " Veinteamigos" ya que consideraba que gracias a sus compañeros de la asociación se había logrado.
Han pasado los años y Evaristo ha recorrido más de medio mundo. Siempre le toca el viaje que sortea la asociación. Y es que en el fondo, nuestro querido gafe, es un tipo con mucha suerte.



© Todos los derechos reservados. Rebeca Rguez